sábado, diciembre 17, 2011

Cartas inéditas de Saul Bellow




Buscando nuevos datos de John Cheever, encuentro esta interesante nota en La Vanguardia sobre Cartas ( ediciones Alfabia) de Saul Bellow.
Va para los que aún no descubren la grandeza de Bellow.

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Viejos amigos, colegas escritores, el presidente Kennedy, ex mujeres, amantes, abogados, editores, hijos, alumnos, lectores, chiflados... los variados corresponsales del escritor norteamericano Saul Bellow (1915-2005), uno de los grandes del siglo XX, desfilan por las páginas de Cartas (ediciones Alfabia) componiendo un fresco –708 misivas, de 1932 a 2005– que se aproxima a lo que pudiera haber sido la autobiografía jamás escrita por Bellow porque, como solía comentar a sus amigos, "he estado muy ocupado desde mi circuncisión". El libro, que se pone a la venta el lunes, se publicó el año pasado en EE.UU. y permite una visión íntima de un hombre poco pródigo a explayarse sobre su vida privada. El responsable de la edición, el ensayista y novelista Benjamin Taylor, sitúa a Bellow en la nómina de los escritores que excelen en el arte de la correspondencia, como Virginia Woolf, Evelyn Waugh o Beckett.
Diversas de sus grandes obras, como Las aventuras de Augie March, Herzog o El legado de Humbolt, son comentadas en diversas ocasiones. Pero muchas cartas son de tema social, político o personal. Por ejemplo, la causa judía fue una de sus preocupaciones. El 7 de enero de 1956, le escribe a William Faulkner (que era premio Nobel desde 1949, Bellow no lo ganaría hasta 1976) negándose a solicitar la liberación del escritor Ezra Pound, fascista y antisemita. Faulkner criticaba que "el gobierno de Estados Unidos encierre a uno de sus mejores poetas". Pero Bellow juzga esa frase "un razonamiento realmente asombroso. Usted, señor Faulkner, fue merecidamente distinguido por esos gobiernos (Suecia, Francia y EE.UU). Pero usted, que yo sepa, no intentó derrocar o debilitar a ninguno de ellos. Además, Pound no está en prisión, sino en un manicomio. Si estuviera cuerdo habría que volver a juzgarlo por traición; si está loco no habría que liberarlo simplemente porque es un poeta. En sus poemas y en sus emisiones radiofónicas Pound aconsejó la enemistad hacia los judíos y predicó a favor del odio y el asesinato. ¿Me pide que me una a usted para honrar a un hombre que pidió la destrucción de mis parientes? (...) En Francia Pound habría sido fusilado. (...) EE.UU. ha sido compasivo con Pound al reconocer su locura y perdonarle la vida". En otras cartas de los años 80, se culpará por haberse ocupado demasiado de su carrera en los años 40 y no comprometerse suficientemente contra el exterminio judío en Europa. "Debía de haber sido el tema principal de nuestras vidas", se lamenta.
Al joven Philip Roth (18 años de diferencia) le aconseja sobre sus relatos, que el primero le envía antes que a nadie, con el ansia del discípulo, esperando su visto bueno. Años después, en 1969, ya es Bellow, al contrario, el que espera y agradece la opinión de Roth ("no hay mucha gente en el oficio que respete").
El 9 de diciembre de 1981, le escribe a otro de los grandes autores norteamericanos, John Cheever, tras conocer la gravedad de la enfermedad que éste sufría y le declara tiernamente: "No hemos pasado mucho tiempo juntos pero hay un vínculo significativo entre nosotros. Supongo que en parte se debe a que los dos practicamos el mismo oficio autodidacta. (...) Cuando leí tus cuentos reunidos me emocionó ver la transformación que se producía en la página impresa. No hay nada que importe de verdad, salvo esa acción transformadora del alma. Te amé por eso. Te amaba de todos modos, pero por eso especialmente".
El 13 de marzo de 1996, tras la muerte de Kingsley Amis, el padre de Martin Amis, Bellow consuela al hijo: "Estoy dispuesto a asumir el papel de padre adoptivo. Tengo sentimientos paternales hacia ti. No es sólo el lenguaje lo que los une, o el estilo. Compartimos premisas más remotas pero también más importantes".
La lista de corresponsales es enorme. Aparecen desde el actor Marcello Mastroianni –que quiere comprarle los derechos cinematográficos de El legado de Humboldt– a escritores como James Salter o editores como Inge Feltrinelli. Las cartas no son algo intrascendente para Bellow. Hay cosas importantes que solo sabe hacer por escrito, como le explica a su novia, a los 17 años, cuando corta con ella a través del correo, en mayo de 1932. Ante la evidencia de un rival amoroso, le dice: "Tú a escuchar las arengas marxistas de Goldstein –así se llama– con un interés semifingido; yo a recostarme en los senos de los voluptuosos tiempo y espacio y a sofocar el deseo y la esperanza. (...) Algún día, cuando yo esté chocho y tú tengas varias papadas y estés obesa podremos reconciliarnos. En el ínterin, sé feliz".
En 1953, responde una carta del escritor Bernard Malamud, a quien no le gustó... Las aventuras de Augie March. Aunque no suele responder ese tipo de misivas, hace una excepción porque "tu carta me pareció una de las mejores, una crítica terriblemente aguda". Y, si bien le reconoce defectos, apunta que "tomé una posición al escribir este libro. Me declaré en contra de lo que llaman el enfoque constructivista. Una novela, como una carta, debería ser suelta, cubrir mucho terreno, avanzar rápidamente, asumir el riesgo de la inmortalidad y la decadencia. Me aparté de Flaubert, en la dirección de Walter Scott, Balzac y Dickens".

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