miércoles, julio 31, 2013
martes, julio 30, 2013
LG 5
Termino de leer el quinto número de la
revista cultural Lima Gris. Sin duda,
esta entrega es la que marcar un antes y un después en el proyecto capitaneado
por el periodista Edwin Cavello Limas. LG
5 se lee con mucho placer y desde el saque recomiendo su lectura.
Esta revista viene circulando desde hace
un buen tiempo. Las ediciones anteriores eran de por sí interesantes, pero a
estas les faltaba “algo”, una suerte de peso en la administración de los contenidos.
A lo mejor, sabedor de esta situación, ECL entró en cura de silencio para replantear
sus criterios. En fin, con o sin cura de silencio, los buenos resultados ahora
saltan a la vista.
De lo que llamó mi atención: la muy
buena entrevista de Orlando Mazeyra al argentino Martín Kohan. El acercamiento
de Alexis Iparraguirre a la obra del mexicano Yuri Herrera. El reportaje de ECL
sobre el continuo atentado que viene realizándose, durante años, contra nuestro
patrimonio cultural en Lambayeque; consignemos también la entrevista de Luis
Chávez al ministro de cultura Luis Peirano, de igual manera la de Helen Hesse a
Freddy Ortiz de Uchpa. Imposible obviar la conversa entre el fotógrafo Herman
Schwarz y César Alberto Sánchez, en la que el reconocido fotógrafo se baja
muchos mitos y leyendas, que a más de uno le dolerá para bien y está muy bien
que duela (en lo personal me cuesta entender cómo es que gente de prensa que
teniendo cámaras tan caras hagan fotografías tan horrorosas). Mención especial
a José Rosas Ribeyro, que nos brinda una suculenta radiografía del músico Sixto
Rodríguez, a razón de Searching for Sugar
Man, imprescindible documental que recién he podido ver en la mañana de
hoy.
Como involuntario lector de LG, siempre he reconocido el nivel que le prodigaba el poeta/narrador/activista/comandante Rodolfo Ybarra. Puedo haber estado o no de acuerdo con él, pero siempre he reconocido su valentía para decir las cosas, su consecuencia. Esta vez Ybarra tuvo entre manos un personaje, por decir lo mínimo, fantástico: el poeta/librero Ángel Izquierdo Duclós. Tarde o temprano Angelito figurará entre los mejores perfiles que se puedan escribir sobre los hombres y mujeres dedicados a la cultura en Perú. Intuía que en algún momento Ybarra haría uno de esos perfiles. En realidad, ni bien abrí la revista, lo primero que hice fue irme a esas páginas sobre AID. Pero el texto se cae a pedazos desde las líneas iniciales. “¿Qué mierda estás haciendo, Comandante?”, me preguntaba. El asunto lo tengo muy claro: el personaje del texto tuvo que ser Angelito, no la prosa de Ybarra.
Como involuntario lector de LG, siempre he reconocido el nivel que le prodigaba el poeta/narrador/activista/comandante Rodolfo Ybarra. Puedo haber estado o no de acuerdo con él, pero siempre he reconocido su valentía para decir las cosas, su consecuencia. Esta vez Ybarra tuvo entre manos un personaje, por decir lo mínimo, fantástico: el poeta/librero Ángel Izquierdo Duclós. Tarde o temprano Angelito figurará entre los mejores perfiles que se puedan escribir sobre los hombres y mujeres dedicados a la cultura en Perú. Intuía que en algún momento Ybarra haría uno de esos perfiles. En realidad, ni bien abrí la revista, lo primero que hice fue irme a esas páginas sobre AID. Pero el texto se cae a pedazos desde las líneas iniciales. “¿Qué mierda estás haciendo, Comandante?”, me preguntaba. El asunto lo tengo muy claro: el personaje del texto tuvo que ser Angelito, no la prosa de Ybarra.
De un tiempo a esta parte, están
apareciendo muchas revistas culturales. Cada una de ellas tiene su política de
comportamiento. Y dentro de esta política, Lima Gris es quizá la que más cosas
pone en juego. No sé si ECL pretenda ser el nuevo Jann Wenner del periodismo.
Pero si el afán de denuncia es la política de su revista, no tengo más que
felicitarlo y también a todas las personas que hicieron posible esta quinta
entrega, que con los naturales altibajos, les salió redonda.
domingo, julio 28, 2013
sábado, julio 27, 2013
viernes, julio 26, 2013
Tragedia y verdad
Publicado en La otra esquina de Colombia
…
Lo mejor sería empezar con una
definición de El desierto y su semilla
(451, 2007), la ya mítica ¿novela? del narrador argentino Jorge Baron Biza
(1942 – 2001): una patada en la boca del estómago y otra, de punta, en medio de
las cejas. La lees y es bien difícil que sigas siendo la misma persona, te
preguntas en más de una ocasión si en realidad cabe tanta tragedia en una sola
vida.
Se supone que El desierto y su semilla es una obra de ficción; lo es, tanto en
teoría y hechura, pero tampoco habría
que caer en las meras taxonomías, porque el telón de fondo queda supeditado a
la negrura personal de su autor (hay que hermanarlo con Horacio Quiroga). Hasta
podría interpretarse como un testamento de alguien que ya no pudo más con el
peso de haber quedado signado por la desfiguración de su madre por cuenta de
Raúl, su esposo y padre de Jorge, que en una entrevista con sus abogados, en la
que verían los pasos a seguir en el proceso de divorcio, no dudo en arrojarle
ácido. Suceso real que motiva el inicio de la ¿novela?, con una descripción
aplastante del trayecto al hospital que Jorge realiza con su agraviada madre.
Sería una ¿novela? más si solo tratará
de los muchos intentos que se hicieron en pos de la reconstrucción del rostro
de Clotilde, de las esperanzas que le vaticinaban los médicos, sin lograr, en
absoluto, resultado alguno. La esperanza entonces deviene en una decepción que degrada
a su protagonista narrador, y de esta manera la ¿novela? deja de ser un mero
ajuste de cuentas con el pasado para convertirse en un duro intento por
descender a los vericuetos del alma humana, a lo escondido y sucio, a los
cuestionamientos sobre si valía la pena o no una empresa que desde el principio
se pintaba de imposible. Por otro lado, se nos relata, abordando la figura del
progenitor, la historia no oficial de los acontecimientos políticos e
históricos de la Argentina del siglo XX. Este contrapunto es todo un cartucho
de dinamita encendido, bien llevado por una mano diestra que sabe administrar
la información, no por nada Baron Biza fue un destacado periodista, sabía, por
lo tanto, cómo contar y en qué momento subir la tensión. Y lo que es curioso,
en sus páginas son patentes los halos de humor y parodia, sea a través del
lenguaje, los diálogos y determinadas descripciones, que en manos menos duchas
habrían frivolizado el curso de este supuesto discurso ficticio.
Baron Biza se suicidó cuando su libro empezaba a recibir buenas críticas y la atención de los lectores. El desierto y su sumilla tuvo un largo camino para su reconocimiento, no fue nada fácil, no pocos leían la ¿novela? como si fuera un testimonio, una crónica, y esto al autor no le gustaba nada, porque siempre hizo todo lo posible por ser un escritor de ficción, pero vemos que las intenciones de los hacedores no siempre van acorde con la obra como tal, siendo este uno de los casos en donde el texto es muy superior a su génesis. Leerlo como novela, da igual. Leerlo como hecho real, también. Reseñarla como novela, respetando el juego de disfraces de la ficción, no tiene sentido alguno, sobre todo cuando se trata de una de las más grandes obras de la narrativa contemporánea en castellano. Aquí, el género literario es lo que menos debe importar.
Baron Biza se suicidó cuando su libro empezaba a recibir buenas críticas y la atención de los lectores. El desierto y su sumilla tuvo un largo camino para su reconocimiento, no fue nada fácil, no pocos leían la ¿novela? como si fuera un testimonio, una crónica, y esto al autor no le gustaba nada, porque siempre hizo todo lo posible por ser un escritor de ficción, pero vemos que las intenciones de los hacedores no siempre van acorde con la obra como tal, siendo este uno de los casos en donde el texto es muy superior a su génesis. Leerlo como novela, da igual. Leerlo como hecho real, también. Reseñarla como novela, respetando el juego de disfraces de la ficción, no tiene sentido alguno, sobre todo cuando se trata de una de las más grandes obras de la narrativa contemporánea en castellano. Aquí, el género literario es lo que menos debe importar.
jueves, julio 25, 2013
domingo, julio 21, 2013
sábado, julio 20, 2013
La voz afónica de los ochenta
Publicado en Buensalvaje 6.
…
Quizá la narrativa de la década del
ochenta sea una de las más descuidadas de la historia de la literatura peruana.
Uno revisa los diarios y revistas de esos años y de inmediato llega a la
conclusión de que la atención estaba puesta en la producción poética, al punto
que pudiera pensarse en la poesía como el único canal de transmisión, entre sus
sujetos artísticos, de sensaciones y emociones ante la avalancha de
desconcierto y desarraigo que fueron la marca de agua de aquel contexto incierto
y violento. Había necesidad de gritar, sin duda, y la poesía y las canciones
subte servían para amainar toda la furia contenida de esa generación que vivía
bajo el sonido de las explosiones de cochebombas y el fuego cruzado.
De los poetas peruanos que se dieron a conocer en los ochenta se viene escribiendo mucho, hasta más de la cuenta. Sobre la narrativa de aquella década existen muy pocos documentos que nos permitan acceder a un mosaico de lo que se hizo. De ese minúsculo universo, tenemos al menos dos antologías muy importantes: En el camino de Guillermo Niño de Guzmán y El cuento peruano 1980 – 1989 de Ricardo González Vigil. En este sentido, el ensayo Subjetividades amenazadas de Carlos Yushimito es, bajo todo punto de vista, una invitación a conocer y redescubrir la narrativa de esa generación perdida.
Una invitación como esta no pudo ser más ideal. A lo mejor ayude en su difusión el justo y súbito prestigio de Yushimito, un “Granta Boy”, a quien, aparte de reconocerle su toque mágico para la prosa --cuyo estilo nos recuerda a un Juan Carlos Onetti, pero con afecto--, le conocemos sesudos ensayos y artículos publicados principalmente en la bitácora El hablador.
El presente trabajo muy bien podría marcar un antes y un después en los discursos críticos sobre los años de la violencia política y su representación en la literatura. Es hora pues de los acercamientos desideologizados y de la valoración de la literatura por la literatura, sin denostar, obviamente, el respiro político e ideológico que bien pudieron inspirar a sus autores, puesto que todo discurso de ficción, todo discurso poético, encierra una postura o una visión política de la vida… pero esta nunca debe ser determinante al momento de la valoración literaria. Por ello, y pese a su brevedad, lo que se lee aquí exuda frescura argumentativa y una mirada complaciente para con los relatos de los autores en los que cimenta su trabajo. Lo que hace Yushimito es llevar a buen puerto lo que Octavio Paz llamaba “Rigor generoso”, el cual se justifica en los textos literarios que nos gustan, enseñan y quedan en nosotros como una fuerza radiactiva.
No es casual que el autor subtitule su ensayo como “Una relectura de la crisis social”. Es decir, nos entrega en bandeja otra característica de la narrativa ochentera, ahora pautada por los tópicos de la evasión y el exilio interiores, que generó una exploración intimista en la voz de yo, por la que se accedió a un fresco distinto de la convulsionada realidad social fragmentada por el horror. Yushimito encausa y refuerza su exposición en tres relatos, muy bien elegidos por cierto: “La venganza de Gerd” de Alonso Cueto, “Caballos de medianoche” de Guillermo Niño de Guzmán y “El secreto de Marion” de Jorge Valenzuela.
Pues bien, echemos una mirada a los autores elegidos. Esta escogencia muy bien pudo ser guiada por una estrategia comercial, o lo que es peor, seguir los cauces de las afinidades políticas, pero no. No fue así. Yushimito apuesta, como tiene que ser, por un criterio eminentemente literario y ello se corrobora con Cueto y Valenzuela. Esta honestidad intelectual le ayuda a recrearnos toda una época gracias a su narrativa que se hizo fuerte en la mirada del individuo, una narrativa sobreviviente que merece una lectura más atenta, a la que debemos dejar de observar como si fuera un hiato, un descuido, una tarea para hacer después.
De los poetas peruanos que se dieron a conocer en los ochenta se viene escribiendo mucho, hasta más de la cuenta. Sobre la narrativa de aquella década existen muy pocos documentos que nos permitan acceder a un mosaico de lo que se hizo. De ese minúsculo universo, tenemos al menos dos antologías muy importantes: En el camino de Guillermo Niño de Guzmán y El cuento peruano 1980 – 1989 de Ricardo González Vigil. En este sentido, el ensayo Subjetividades amenazadas de Carlos Yushimito es, bajo todo punto de vista, una invitación a conocer y redescubrir la narrativa de esa generación perdida.
Una invitación como esta no pudo ser más ideal. A lo mejor ayude en su difusión el justo y súbito prestigio de Yushimito, un “Granta Boy”, a quien, aparte de reconocerle su toque mágico para la prosa --cuyo estilo nos recuerda a un Juan Carlos Onetti, pero con afecto--, le conocemos sesudos ensayos y artículos publicados principalmente en la bitácora El hablador.
El presente trabajo muy bien podría marcar un antes y un después en los discursos críticos sobre los años de la violencia política y su representación en la literatura. Es hora pues de los acercamientos desideologizados y de la valoración de la literatura por la literatura, sin denostar, obviamente, el respiro político e ideológico que bien pudieron inspirar a sus autores, puesto que todo discurso de ficción, todo discurso poético, encierra una postura o una visión política de la vida… pero esta nunca debe ser determinante al momento de la valoración literaria. Por ello, y pese a su brevedad, lo que se lee aquí exuda frescura argumentativa y una mirada complaciente para con los relatos de los autores en los que cimenta su trabajo. Lo que hace Yushimito es llevar a buen puerto lo que Octavio Paz llamaba “Rigor generoso”, el cual se justifica en los textos literarios que nos gustan, enseñan y quedan en nosotros como una fuerza radiactiva.
No es casual que el autor subtitule su ensayo como “Una relectura de la crisis social”. Es decir, nos entrega en bandeja otra característica de la narrativa ochentera, ahora pautada por los tópicos de la evasión y el exilio interiores, que generó una exploración intimista en la voz de yo, por la que se accedió a un fresco distinto de la convulsionada realidad social fragmentada por el horror. Yushimito encausa y refuerza su exposición en tres relatos, muy bien elegidos por cierto: “La venganza de Gerd” de Alonso Cueto, “Caballos de medianoche” de Guillermo Niño de Guzmán y “El secreto de Marion” de Jorge Valenzuela.
Pues bien, echemos una mirada a los autores elegidos. Esta escogencia muy bien pudo ser guiada por una estrategia comercial, o lo que es peor, seguir los cauces de las afinidades políticas, pero no. No fue así. Yushimito apuesta, como tiene que ser, por un criterio eminentemente literario y ello se corrobora con Cueto y Valenzuela. Esta honestidad intelectual le ayuda a recrearnos toda una época gracias a su narrativa que se hizo fuerte en la mirada del individuo, una narrativa sobreviviente que merece una lectura más atenta, a la que debemos dejar de observar como si fuera un hiato, un descuido, una tarea para hacer después.
viernes, julio 19, 2013
jueves, julio 18, 2013
miércoles, julio 17, 2013
sábado, julio 13, 2013
jueves, julio 11, 2013
viernes, julio 05, 2013
jueves, julio 04, 2013
Poesía para el invierno / Lustra
“No, no es que haya
abandonado el blog.”
Más o menos, esto fue
lo que le contesté a un lector de lfdls.
Ocurre, si es que a
alguien le pueda importar si posteo o no con regularidad, lo siguiente: me
encuentro preparando algunos textos que me están absorbiendo más de lo que
pensaba, pero no me quejo, me gusta de lo que estoy escribiendo. Al respecto,
adelanto que un par de los mismos serán verdaderos cartuchos de dinamita
encendidos.
Para aplacar el frío de
este tramposo invierno, me encuentro con la POESÍA (en mayúscula), de esa capaz
de calentarte el alma y mejorarte como ser humano, a menos durante las noches,
que ahora viene por medio de la serie Río Babel del sello Lustra Editores de
Víctor Ruiz Velazco (vrv en adelante).
Gracias a los buenos oficios
de vrv podemos acceder a las tres últimas entregas de la serie, que si uno las
mira de lejos, podría pensar que no estamos en Perú, sino en otro país en donde
se valora la poesía perdurable en la práctica, o sea, editándola. Poesía
perdurable que forma tradición personal, capaz de afianzar convicciones y
sensibilidades.
Qué lujo, la verdad: El yelmo verde y otros poemas de W. B.
Yeats; Poesía escogida de Robert
Browning y Lustra de Ezra Pound.
Sin exagerar, aunque
parezca, con esta serie vrv se posiciona como uno de los principales editores
de poesía en castellano, o en su defecto, ese es su destino. Son pocos los que
han podido armar un catálogo como el que ha hecho este aún joven editor,
catálogo que podría parecer irregular, que en cierto sentido lo es, puesto que
para que Lustra sea lo que es hoy en día, ha tenido que pagar muy cara sus
derrotas, tal el caso de la colección Piedra Sangre y una seguidilla de apuestas
por jóvenes y trajinadas voces que a las justas rozaban la medianía.
Lustra se ha definido como
un sello para los grandes poetas, para los inimputables de la Tradición. Es
decir, se reserva el derecho de admisión. Claro, a lo mejor algún mezquino dirá
que editar a los referentes muertitos es llevársela fácil, que lo difícil es
editar a los nuevos, porque descubrir es lo que debe hacer un editor/lector. No
pues, vrv ha demostrado que es un editor/lector, no un editor/impresor/oportunista.
Ver su catálogo me es más que suficiente para dar crédito de su gran acervo de
lecturas, su buen juicio a la hora de elegir a los genuinos inimputables. Pero
ese mismo catálogo es también la radiografía de su talón de Aquiles: su
involuntario amiguismo.
El vrv amigo
involuntario no es el que nos tiene que interesar. Nos tiene que interesar el editor/lector,
el que lo va a sobrevivir. Editor/lector que aún tiene no poco que ofrecer para
el beneplácito de los que fagocitamos poesía.
Hace quince días me
preguntaron por los cinco mejores poemarios que había leído en estos dos
últimos años. Respondí al vuelo, sin pensar ni recordar, como tiene que ser,
porque así las respuestas te salen de la verdad emocional. En la respuesta me
di cuenta, minutos después, de que tres eran de Lustra. Aquí van: Tromba de agosto de Pimentel, Movimiento perpetuo de Óscar Hahn y la
reedición de Contra Natura de Rodolfo
Hinostroza.
Pues bien, no he estado
bajo los parámetros de algún efecto psicotrópico, pero mientras leía a Yeats,
Pound y Browning, cerraba de tanto los ejemplares y miraba sus portadas,
apreciaba el buen gusto del diseño y la diagramación; repasaba los iluminadores
textos introductorios, la calidad del material. Aguanta, aguanta, me decía, no
estoy ante un libro de Visor, Hiperión, Cátedra. No. Estoy leyendo un libro de
Lustra.