sábado, agosto 12, 2017

profesores

Para los que fuimos adolescentes en la década del noventa, lo que estamos viendo en los últimos días en la Plaza San Martín es una versión pacífica de las reuniones que sucedían allí. No recuerdo el año con exactitud, pero sí que los alumnos de los colegios nacionales estuvieron a nada de perder el año escolar. Aunque los reclamos de ahora son en parte justos y otros sencillamente innegociables, los perjudicados son los mismos de siempre, los alumnos, la mayoría del interior del país.
Ante esta posible catástrofe, he leído/visto un sin número de estupideces que vienen encendiendo los ánimos en los patios de recreo de las redes sociales. Para ciertas mentes la “solución” más “celebrada” sea la de capacitar a los profesionales de otras carreras para que puedan, en situaciones así, entrar al rescate de los miles de alumnos perjudicados. Quienes han propuesto esta barbaridad vienen recibiendo los más justificados ajusticiamientos virtuales, cosa que me alegra.
Capacitar a profesionales, como reserva, no es la solución. Más bien, la solución siempre ha estado a la mano, solo que en este país ya no sabe dialogar. En este caso nos hallamos ante bandos de poder que han hecho de la tolerancia y el diálogo sus banderas de promoción. Ahora vemos dónde quedan esas banderas, a qué intereses políticos, económicos e ideológicos obedecen.
Anoche me encontraba por Miraflores, compré en una librería un par de libros de Fernando del Paso. Cuando me disponía a regresar a casa, me despedí de mi amiga que me acompañó en esta breve cacería libresca y decidí ir al Centro. Para mi buena suerte, llegué rápido y me alegra que haya sido así, porque lo vi fue una muestra festiva del reclamo, pautado por cánticos y danzas. Claro, era la algarabía después de muchas horas de arengas. La plaza también estaba poblada por carretillas de comida y venezolanos que vendían café y arepas. 
Hablé un rato con algunos profesores, les pregunté lo que tenía pensado preguntarles. Estaban los que buscaban el diálogo, los infaltables revoltosos de la ceguera ideológica y los ociosos que se hacen llamar profesores. Para bien, los del primer grupo eran más.

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