miércoles, agosto 16, 2017

un libro de 1997

Caminaba tranquilo, fumando un pucho, rumbo a Sarcletti, en donde me encontraría con un buen amigo para hablar de lo que siempre hablamos: poesía, música y antifeminismo.
Pero en el trayecto recordé que no recordaba cuándo caducaba mi carné de investigador de la BNP. Como entre la BNP y el café había no más de 300 metros de distancia, decidí hacer la renovación, aprovechando que aún tenía tiempo, además, suponía que la renovación del carné no iba a demandarme más de diez minutos.
Aunque demoré poco más de quince minutos para la bendita renovación, apuré el paso hacia el café, en donde ya se encontraba mi pata, me entregó una antología de poesía de reciente publicación y un cuentario que ya había leído años atrás, en 2002 si no me equivoco, en una acelerada tarde de marzo en el entonces local central de la BNP. No era un libro del todo esquivo, conocía amigos que lo tenían, pero cuando tuve oportunidad de comprarlo, algo ocurrió, pasé de largo bajo la idea de que lo compraría al día siguiente, pero cuando regresé, el libro ya no estaba y lo busqué durante años.
Como indiqué, hay libros que son esquivos y pese a tener la reedición de 2008 de Matalamanga, siempre quise tener la edición de 1997, de Australis. 
Bien lo deduce el lector informado y memorioso, me refiero a Un único desierto de Enrique Prochazka. Releeré el libro en lo queda de la madrugada y lo más probable es que escriba de él en los próximos días. Pues bien, mientras conversaba con mi pata, miraba la portada que tenía al lado de la(s) taza(s) de café, quizá bajo el temor de no hacer un mal movimiento y manche con café la sobria portada del libro. No sería la primera vez que me ocurren esta clase de torpezas, por ello, puse sobre el libro la antología de poesía, cuyo prólogo me promete una malsana diversión. Ya les cuento.

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