jueves, abril 05, 2018

narradoras


Un acontecimiento a celebrar en la literatura peruana del presente siglo es la aparición de una nutrida camada de narradoras. Como en las farmacias, hay de todo: desde las que exhiben una poética coherente hasta las que no tienen absolutamente nada que decir. Más de una ha sabido romper mediante la calidad literaria los candados del celador machista, lo cual es meritorio, porque el sendero para una mujer que escribe y publica es mucho más jodido que el recorrido por un hombre de letras.
Entre las autoras que vienen consolidando su proyecto están: Karina Pacheco, Alina Gadea, Grecia Cáceres, Susanne Noltenius, Claudia Salazar, Yeniva Fernández, Jennifer Thorndike, Irma del Águila, Julia Wong, Claudia Ulloa y Katya Adaui. De las nuevas voces, destacan las talentosas Miluska Benavides y María José Caro. Podemos aseverar que el asunto guía las poéticas de la mayoría, cosa que agradecemos, porque nos han aliviado un poco del posero aburrimiento que identifica a muchos de sus pares varones, tan alocados por izar la bandera multicolor de la contactología editorial.
Ahora bien, no olvidemos a las que publicaron anteriormente a esta eclosión y que están pasando desapercibidas: Patricia de Souza, de quien recomiendo su última novela Mujeres que trepan a los árboles, y Teresa Ruiz Rosas, que ya tendría que ser considerada como la mayor narradora peruana en actividad.
De RR sugiero buscar El copista (Finalista en 1994 del Premio Herralde de Novela), La mujer cambiada y Nada que declarar. La excelente recepción crítica internacional de su obra no ha tenido eco en nuestro pueblito debido a los sentimientos menores, la mezquindad y otras “maravillas”. Aún podemos resarcirnos de tremenda dejadez, ya que circula en librerías locales El color de los hechos (2017), excelente selección de su narrativa breve en la que hallamos inteligencia de argumento y riqueza simbólica. Quedan avisados.

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